La cama en el suelo y las sábanas de algodón revueltas, la mesa
verde de metal de los desayunos, la ventana que daba al patio compartido, abierta
de par en par, el arroz con fresas o la desnudez; tal vez, aquellos días
austeros, leer poesía, el amor, las palabras o aquel olor en el aire, no lo sé,
no puedo decirlo, pero sentía vivir en una película de Jarmusch. Él se rió
mucho cuando se lo dije, pero creo que lo entendió, definitivamente fue eso lo
que hizo que me enamorase del todo.
Me gusta como mira Jarmusch, sentirme en ese universo, bajo
esa mirada; posee los ojos de quien sabe contar lo cotidiano y lo hace, los
silencios, la lentitud, la contención, la mueca callada de quien no quiere herir,
el amor no dicho, pero sentido, cuidado.
He vuelto a enamorarme de la forma en la que mira Jim Jarmusch,
como quien ve poesía en todo lo que le rodea, sin pretensión; sin gritarlo
ni imponerlo. Desde la más poética y desnuda sencillez. Es poesía y no hace alarde, no es necesario.
Me había olvidado. Me gusta Jarmusch, ya no me acordaba
cuánto.
El día 7 de diciembre estrenaron su última película. El día
de mi cumpleaños. Hoy la he visto. Paterson.
Gracias.
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