Subo las escaleras de metal blanco y ella las baja.
Hola, me dice, ¿nos conocemos? No, contesto, creo que no. Tal vez nos hemos
visto… No, es la primera vez que vengo. Y ella sonríe. Siento que cree que sí
nos hemos visto, no aquí… en algún otro lugar, cuando éramos otras, como si
fuera posible coincidir en otras vidas y, además, recordarlo.
Así siempre ha sido mi relación con Adriana, una de
las mujeres inspiradoras de este viaje.
A veces, me llama y me pregunta cómo estoy, como si
supiera ya como estoy y como si supiera ya que necesito contarle a alguien mis
desasosiegos. Como si fuera posible que alguien en la distancia supiera más de
una que una misma.
Así es ella, por encima de lo que ocurre y lo que
pueden los simples ojos ver. Ella ve más allá. Como las poetas, las artistas,
las magas, las sabias.
Un cuerpo vital, una sonrisa amable, una mirada
crítica y amorosa a la vez.
La he visto llorar y reír como lo hacen los seres que
viven entendiendo las cosas de otra manera, sabiendo leer no sólo entre líneas,
más allá de las palabras, los sentires y la misma vida.
Generosa e inteligente, de las que aprenden de sus
errores sin más culpa que el saber que el error forma parte del juego.
La recuerdo con su biquini de flores en el río, en mi
río, en un ritual hermoso que nos contó que el agua se lo habrá de llevar todo,
pero la vida permanece y nosotras estuvimos allí para disfrutarla aún sin
entenderla del todo. Amándola.
El agua se lo lleva TODO.... la vida permanece!!! El recuerdo de conocerte desde siempre permanece en la vida que se lleva el rio.... Gracias! Gracias! Gracias!
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