Si me acompañas

Ahora estoy leyendo La Divina Comedia, ya sabes, de Dante Alighieri, si te apetece, me acompañas.

domingo, 28 de diciembre de 2014

El espíritu y la letra

Leo de Kandinsky el capítulo 8 de La espiritualidad en el arte.

Como todo el libro de apenas 116 hojas, 15 x 21, con ilustraciones, lo leo lento, saboreándolo, repitiendo oraciones enteras, quedándome abstraída, buscando en el otro, el libro con sus cuadros a color, más mensaje que la palabra, aunque su palabra sea esencial y buena.

Escoger una idea sobre otra sería romper el discurso, decir que vale más ese concepto que ese otro... así que no escojo, abro el libro por el capítulo VIII y empieza con La verdadera obra de arte nace misteriosamente del artista por vía mística y  resigo con el dedo la línea de tinta hasta que se para en el "buen" dibujo es aquel que no puede alterarse en absoluto sin que se destruya su vida interior. El artista, que debe tener libertad sin trabas, debe tener algo que decir porque su deber no es dominar la forma sino adecuarla a un contenido...

Y más mucho más...

Y me deja, porque el capítulo 8 es el último, con hambre de más, y voy en busca de artistas que hablaron de sus sentires, pensares y pesares creativos. Y doy con Giacometti. Su libro habitaba en mi casa desde hace mucho, desde que su exposición en Barcelona me hiciera enamorarme de él y sentir que algo se abría en canal en mí. Hoy parece que es el momento.

Sus recuerdos de infancia, son misteriosos y naturales como son los secretos de todos los niños - que han tenido la suerte de serlo-, al menos, eso me parece. Creo que era Baroja que decía que uno escribe siempre sobre su infancia, aunque a Baroja a mi me cuesta imaginarle niño. Nada, sin embargo, me cuesta ver al niño Giacometti desaliñado, despeinado y sucio descubriendo monolitos de infancia, como luego desaliñado, despeinado y sucio el mismo niño adulto descubriéndose en los monolitos de artista. Y dándoles a uno, el niño, y a otro, el artista, la misma importancia, la misma autoridad, la misma ternura.
 
En 1935 Giacometti fue expulsado del grupo de los surrealistas. Pienso en los artistas que se sintieron o fueron excluidos, apartados, los que escucharon un "no" y siguieron. Pienso en Andersen, en Kafka... ahora en Giacommetti... mucha ha de ser la fuerza de un hombre -y me sale la palabra "hombre", que también me contiene, como "humanidad", que la palabra "persona" me resulta demasiado suave...-, muy grande el motor o la locura para no rendirse a otra cosa que no sea la creación y el arte.


No hay comentarios:

Publicar un comentario